Carnaval en Uruguay
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Historia
Así lo vemos en las festividades que los antiguos egipcios celebraban en honor de Isis y el buey Apis; en la Dyonaisla y Anthestería que los griegos consagraban al dios de la exaltación y el vino; en los festejos que, en la cosecha del muérdago, realizaban los galos para conmemorar la llegada de la primavera; en las desenfrenadas danzas y alegres cantos a que se entregaban los germanos cuando terminaba la recolección; en las mascaradas de las Kalendas; en las pastorales lupercales y en los libertinajes que se permitían los romanos durante las escandalosas saturnales.
Ya en tierras uruguayas, en tiempos de la Colonia, los días de Carnaval y también en Navidad y Año Nuevo, los negros esclavos montevideanos se cubrían con túnicas de vivos y chillones colores y salían a la calle para ir hasta las murallas, a cuyo pie se les permitía entonar sus cánticos y realizar sus bailes.
Algunas prácticas carnavalescas comunes en Europa, como arrojar salvado y harina, correr gallos, mantear perros y gatos, colgar a la cola de estos animales vejigas, cuernos, etc., arrojar agua con jeringas, apedrearse con huevos, naranjas, u otros objetos o aporrearse con porras y vejigas fueron importadas en Uruguay. La importancia de algunas de estas prácticas por parte de los primeros pobladores de la ciudad de Montevideo dieron origen a los festejos de carnaval. Según Juan Carlos Patrón, es posible que en 1760, cuando se construyeron dos fuentes llamadas "Pozos del Rey", las "guerrillas de agua" se difundieran y conformaran las primeras prácticas carnavalescas.
La costumbre de tirarse con huevos frescos o vaciados y rellenos con agua completaban los festejos, a semejanza del carnaval medieval europeo. A fines del siglo XVIII hubo intentos oficiales de "racionalizar" las prácticas de carnaval, cuando el 2 de febrero de 1799 el gobernador español José Bustamante y Guerra dictó un bando que prohibía jugar con agua y con huevos. Posteriormente, en 1818, el gobernador de la Provincia Cisplatina Juan José Durán volvió a prohibir "arrojar huevos de avestruz, de gallina y otras aves grandes, ni otra cosa que pueda molestar al público".
En buena parte del siglo XIX en los tres días de carnaval Montevideo se convertía en campo de feroces guerrillas, con el agua cayendo a torrentes desde balcones y azoteas y con el aire surcado por piedras, frutas, verduras, harina, cáscaras de huevos rellenas de agua de olor o huevos de gallina, gaviota o avestruz. Desde las azoteas, las mujeres desafiaban a baldazos las pedreas de los escaladores que intentaban "asaltar" las casas. Cuando los intrusos ingresaban se producían risas y corridas. Terminado el carnaval de 1885 un periódico informaba que eran muy pocas las viviendas que habían logrado mantener algún vidrio sano.
Prácticamente toda la población participaba de los festejos. Una noche de febrero de 1839, a punto de estallar la Guerra Grande, un grupo de funcionarios de gobierno debió viajar a Durazno para que el presidente Fructuoso Rivera firmara la declaración de guerra contra Juan Manuel de Rosas, gobernador de la Provincia de Buenos Aires. Rivera se encontraba en Durazno participando de los festejos del carnaval en un salón de baile. Se dice que los funcionarios fueron hasta el salón, donde lo encontraron, irreconocible, disfrazado de moro. Cuentan que el presidente se quitó el antifaz para firmar el documento y luego siguió bailando.
En 1831 José Longinos Ellauri, ministro de Gobierno, intentó reprimir enérgicamente las batallas de agua, sin el éxito esperado. Recién el decreto dictado en mayo de 1870 por el presidente Lorenzo Batlle, que autorizaba a "los Jefes Políticos para prohibir el juego del carnaval del modo como se ha practicado hasta la presente época", puso fin a los festejos generalizados, privilegiando las representaciones artísticas, que ya en esa época habían pasado a ocupar el centro de la atención del público montevideano. Así fue avanzando la institucionalización y el manejo oficial del carnaval, sustituyendo las prácticas de carácter espontáneo imperantes durante todo el siglo XIX. Terminaron por imponerse los modelos europeos de festejos de carnaval, especialmente el prestigioso carnaval de Niza, con sus influencias renacentistas.
El Carnaval de Montevideo fue adquiriendo, así, tres formas de festejo: las representaciones teatrales-musicales, los cortejos (corsos, desfiles) y los bailes.
Los corsos y desfiles
Desde 1943 comenzaron a elegirse por concurso oficial la Reina y las vice-Reinas de Verano y Carnaval, quienes presidirían año tras año el desfile inaugural. Bajo el destello de cientos de luces, cuyos frisos y figuras constituían auténticos testimonios de arte efímero, desfilaban las comparsas de negros con sus tamboriles, sus danzas, sus estandartes y símbolos. En 1956 fue creado el Desfile de Llamadas, desde entonces, una de las celebraciones más típicas de Uruguay.
Los bailes
Carnaval en Montevideo
Desfiles
El carnaval en Montevideo se abre con el desfile de carnaval, que se realiza en la avenida 18 de Julio, donde desfilan las agrupaciones del carnaval (parodistas, murgas, humoristas, revistas y agrupaciones de negros y lubolos), los carros alegóricos, los cabezudos y las reinas del carnaval. Este espectáculo es seguido por decenas de miles de personas en el sitio y por millones a través de los medios de comunicación.
Aproximadamente una semana después, entre los barrios Sur y Palermo, en la calle Isla de Flores, se lleva a cabo el Desfile de llamadas, donde los protagonistas son miles de tambores que tocan el ritmo conocido como candombe. Ésta es la máxima fiesta de la colectividad negra de Uruguay.
Por último, durante todo febrero y parte de marzo las agrupaciones actúan en escenarios llamados tablados y en el concurso oficial en el Teatro de Verano Ramón Collazo. Para participar de este concurso existe una prueba de admisión (los que pasaron a las "finales" en el año anterior no tienen que dar la prueba).
Medio centenar de conjuntos se dividen en las siguientes categorías: comparsas de negros y lubolos, murgas, parodistas, humoristas y revistas.
Escuelas de samba
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