En París, a los 97 años, murió ayer de un paro cardíaco Carmelo Arden Quin. Maestro del arte concreto, pionero de la abstracción y del Movimiento Madi vivió ese momento liminar del arte argentino, que fueron los años cuarenta del siglo pasado, cuando la invención, pura abstracción, desplazó de la escena a la figuración.

"Arte degenerado", lo caratuló el ministro Ivanisevich en el apogeo del primer peronismo. Era difícil aceptar el cambio de óptica que implicaba quebrar la convención de la figura, del ángulo recto y proponer cuadros con marco recortado y formas poligonales.
En el grupo de muchachos díscolos estaban Kosice, Maldonado, Iommi, Lidy Prati, Girola, Hlito, Rothfus y, por cierto, Arden Quin. Se reunían en lo del psicoanalista Enrique Pichon-Rivière o en la casa de Grete Stern, fotógrafa maravillosa que puso las imágenes de los sueños que Pichon-Rivière interpretaba en la revista Idilio .

Uruguayo de Rivera, esa ciudad-pueblo que es frontera con Brasil, Arden Quin nació el 16 de marzo de 1913. Tomó clases de pintura del lado brasileño, hasta el encuentro decisivo con Torres García, en 1935.

El padre del constructivismo, oriental como él, habló de las nuevas tendencias en la pintura. Y Arden Quin "se convirtió". Ese encuentro cambiaría su vida. Allí oyó por primera vez hablar de abstracción y supo de la existencia de Mondrian y de Kandinsky. Se volvió abstracto de inmediato y abrazó con pasión esa causa que irritaba al establishment .

La primera muestra del grupo fue en lo de Pichon-Rivière y habrá una segunda en lo Grete Stern. Es Arden Quin quien recorta los marcos de los cuadros y elimina el ángulo recto; su concepto de la poligonalidad es revolucionario. Los enunciados teóricos resultan un desplante contra la historia del arte que ha consagrado la idea del cuadro "como una ventana". Carmelo cree que ese rígido formato cuadrado y rectangular "es una cárcel para el lenguaje plástico".
En 1944, el grupo liderado por Tomás Maldonado, el más "conectado" con el mundo y con lo que sucedía a partir de las relaciones con Max Bill y Vantongerloo, funda la revista Arturo . Poco duraría el idilio del grupo, que termina dividido en los Madi y Arte Concreto Invención.

Arden Quin eran un hombre alto, corpulento, de pelo muy blanco y sonrisa cálida. Compartió sus último años con Sofía Müller, su mujer, consejera y amiga. Prácticamente pasó su vida en París, adonde había llegado en 1948. Como Tomasello, Le Parc y Seguí, amó la ciudad, que conocía como un parroquiano. Todavía recuerdo una noche inolvidable, después de la inauguración de la feria de arte contemporáneo (FIAC), en la que compartimos con Ruth Benzacar, Carmelo y Julio Le Parc una comida en La Coupole, el célebre restaurante de la r ive gauche.

Divertidos como chicos (y habían cumplido hacía rato los ochenta), pidieron una escultura de hielo cargada de langostinos y centollas. Se rieron con ganas de nuestras caras de pajueranas, asombradas ante el despliegue gastronómico tan propio de la Ciudad Luz.

Con Carmelo Arden Quin, artista grande de un país chico, se va una figura decisiva de la historia del arte argentino del siglo XX.

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